Si ya lo veníamos diciendo en los días previos a esta Ruta, Ponzano es una zona clasificada como de alto nivel de diversión, y vamos que lo fue.
Está claro que el tener 72 bares en menos de un kilómetro, te garantiza contar con locales para todos los gustos y horarios, por lo que puedes empezar con el aperitivo, continuar con la comida, hacer un buen tardeo y culminar en la noche, todo en una misma calle.
En nuestro caso ya sabéis que no es esa nuestra pretensión, nos conformamos con pasar un buen rato juntos conociendo las Tabernas de mayor arraigo que nos permitan conocer sus bebidas y raciones más típicas.
Y es que poder disfrutar de unos torreznos de carne excelentes, no está al alcance de cualquiera, pero si encima subimos de nivel y nos comemos unos huevos rotos con torreznos...entramos en otra dimensión, esa en la que te sale el «mmmmm» sin provocarlo. Eso sí, que vaya bien regadito con alguno de los mejores vermut que ponen en la zona.


Y ya que hay que seguir, nos fuimos a disfrutar de la que quizás sea la Taberna que mejor producto tiene y que sin lugar a dudas hace las delicias de todos los que nos acercamos a probar sus excelentes raciones, sobre todo su magnífica ensalada de ventresca y su ensaladilla rusa junto con el vermut de grifo que acompaña a las mil maravillas.


Pero no nos detuvimos ahí, seguimos adelante conociendo algunos de los bares más míticos de la calle, cada uno con su peculiaridad y con su especialidad, todos aportan algo que les permite continuar en la brega diaria.
En nuestro caso decidimos entrar en otro de los bares míticos de la calle, uno de los más antiguos donde el marisco fresco es el rey, ese en el que comerte una zamburiña se convierte en uno de los mayores placeres del día. Preparadas a la perfección, ni muy hechas, ni muy crudas, con su aliño perfecto para saborear una delicia cuyo mayor pecado es no poder repetir las veces que a uno le gustaría.
Vamos, que al comértelas se produce ese momento en el que no oyes ningún sonido a tu alrededor, únicamente actúa el paladar para disfrutar de todo el sabor que aporta este manjar.
Y si, una tras otras y después de más de tres horas de pasarlo en grande, uno se vuelve para casa con la satisfacción de haber pasado una tarde perfecta en las que risas, buen rollo y mejor comer, se fusionan para crear un ambiente magnífico.