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El Jardín de Diana

Aprovechando que sigue el veranito vamos a intentar sacarle provecho hasta el último momento.

Hoy queremos presentaros un sitio que se encuentra a la altura de los dioses, disfrutando del sol y de la fiesta, se llama El Jardín de Diana, el gran secreto que esconden las azoteas de la Gran Vía.

Y es que incluso llegar hasta este peculiar Olimpo tiene sus encantos. Sólo diremos: busca el selfie spot y, por supuesto, utilízalo; encuentra también el agujero causado por una bomba de la Guerra Civil; y trata de llegar a la última planta sin tomarte un vermut en su bar de la primera planta.

Pasadas estas tres pruebas en el interior del hotel Hyatt Centric de Madrid, llegarás, al fin al magnífico ático que hoy os proponemos.

Aquí todo nos abre las puertas al reino de los dioses. Nos reciben dos torreones que lideran el espacio (puedes reservar cualquiera de ellos para eventos privados) pero, sin duda, la gran protagonista es Diana (y su arco y su jauría de perros, cazadores como ella), que apunta al otro lado de la Gran Vía al corazón del fénix que trata de raptar a Endimión (el amado prohibido de Diana). 

Esta escultura del amante prohibido está situada en la parte más alta del edificio de enfrente, que alberga la cadena SER, creando un diálogo entre estos dos personajes ubicados a ambos lados de la Gran Vía.

Pero volvamos a lo terrenal, una original propuesta de cócteles con nombres tan de este universo onírico como:

  • el Ataque del Fénix (Bourbon infusionado con bacon, vodka, zumo de tomate y Bloody Mix Ahumado),
  • Diana Spritz (Italicus, Galliano, Cava, Tónica Aegea),
  • El Escondite (Licor de chocolate especiado, tequila, dry curaçao, licor de café y espuma de aguacate) o
  • Jauría (Tequila, mezcal, zumo de pomelo, Shrub de mango, sirope spicy y bitter habanero).
  • Selene, bonito y ligero con una interesante mezcla de sabores. No te dejes engañar: a pesar de lo edulcorado de su presentación, no resulta para nada dulzón. 

A estos tragos propios del Olimpo, se unen las sesiones musicales que tienen lugar los jueves, viernes y sábados y que van variando de estilo para ofrecer al visitante una experiencia redonda. 

El Jardín de Diana

Calle Gran Vía, 31, 28013 Madrid.

De lunes a domingo durante los meses de verano de 16:00 a 2:00 de la noche

Juan de la Cierva y Codorníu

Hoy os presentamos uno de los inventores de mayor renombre a lo largo de nuestra historia, Juan de la Cierva y Codorníu.

Nació en Murcia el 21 de septiembre de 1895, hijo de un político y nieto de un ingeniero, a De la Cierva siempre le interesó volar. Cuenta su hija que ya de joven lanzaba en el parque del Retiro de Madrid aparatos que él mismo construía y que irremediablemente se estrellaban contra el suelo.

De adolescente, fundó con dos amigos una sociedad que bautizó como B.C.D. (las iniciales de sus apellidos), y a los 16 años construyó e hizo volar en el aeródromo de Cuatro Vientos, en Madrid, un biplano con un motor de 50 CV, apodado el Cangrejo. Unos años después, su segundo modelo, esta vez un monoplano, sufrió también sus pruebas: el aparato nunca logró volar con la eficacia del anterior. 

En 1919 terminó la carrera de ingeniero de Caminos (por entonces, no había una formación específica para ingenieros aeronáuticos), y presentó como proyecto de fin de estudios un nuevo biplano con tres motores y hélices motoras. En las pruebas, el piloto Julio Ríos sufrió un accidente sin que sufriera daños, pero sí destrozó el aparato y dejó en la mente de De la Cierva una gran impresión.

Empezó entonces a pensar en cómo podría crear un sistema de vuelo que no viese comprometida la seguridad cuando disminuyese la velocidad, ya que era en los momentos previos al aterrizaje, al ir los aparatos más despacio, cuando se producían la mayoría de las caídas. El resultado fue su primera aproximación al autogiro, una nave con una hélice frontal y en la que las alas fueron reemplazadas por palas giratorias que seguían en movimiento aunque la velocidad disminuyese. 

Lo patentó en 1920 y realizó varias modificaciones hasta que el cuarto modelo, que llamó C-4, consiguió sobrevolar el aeródromo de Getafe el 17 de enero de 1923.

Ese mismo mes llevó a cabo otra prueba con éxito en Cuatro Vientos: despegó en una breve carrera, voló a unos 100 kilómetros por hora y también a velocidades muy lentas y volvió a aterrizar en vertical. El año siguiente, el ejército comenzó a producir autogiros (modelo C-6), y su presencia en la IX Exposición Aerodinámica de París despertó el interés de gobiernos extranjeros por sus diseños. 

El 18 de septiembre de 1928 fue un gran día para De la Cierva. Esa tarde, “a las 16 y 16”, como contaba el periódico ‘ABC por entonces, su aparato aparecía por el horizonte en el aeródromo de Le Bourget, en París, donde un montón de periodistas y fotógrafos esperaban para inmortalizar el momento en que su autogiro aterrizase, tras cruzar por primera vez el Canal de la Mancha. “El autogiro dio una gran vuelta por encima del aeródromo, pasando a gran velocidad. Después subió un poco y, a 150 metros de altura, paró el motor. Entonces, el aparato comenzó a descender verticalmente, deteniéndose unos momentos en el descenso para reemprenderlo instantes después. Y suavemente, sin ningún incidente, el autogiro se posó en tierra”, recogía el cronista de la época.

Así cumplía el sueño de parte de su vida, según reconoció él mismo. “Durante años, no he hecho otra cosa que trabajar en él para convertir en algo práctico aquel aparato en que comencé mis experimentos en 1920”.

Desde el año 2001 el Ministerio de Educación otorga un premio nacional con su nombre para proyectos que han destacado en el proceso de transferir tecnología de los laboratorios a las empresas

Los meses previos al golpe militar, Juan de la Cierva se encontraba en Inglaterra. Desde allí, a principios de julio de 1936, asesoró a los golpistas en el alquiler de un avión, el ‘Dragon Rapide’, que habría de llevar a Franco desde Canarias hasta Tetuán para tomar el control de las tropas del norte de África, un vuelo que los cronistas del franquismo denominarían como “histórico”. 

Irónicamente, el ingeniero e inventor murió en un accidente de aviación poco después el 9 de diciembre de 1936 en Croydon, el avión en el que volaba de Londres a Amsterdam se estrelló en el aeropuerto, durante la maniobra de despegue.

Azotea de Casa Suecia

Hooollaaa chic@s, venid, acercaos que os voy a contar un secretito sobre un ático de esos cuyas vistas de Madrid nunca olvidareis, os voy a hablar de la Terraza de CASA SUECIA.

Éste ático de dos plantas situado en la undécima y duodécima planta del mítico HOTEL MELIA SUECIA que data de 1956, fue la última residencia del escritor norteamericano Ernest Hemingway en Madrid, y entre su clientela también estaban el revolucionario Che Guevara, Julio Cortázar y Ernesto Sabato.

Y es que este modernizado hotel sorprende por su acertada renovación. Sirva como ejemplo el ascensor exterior que lleva a la espectacular azotea de Casa Suecia, una coqueta terraza en las alturas con inigualables vistas panorámicas de 360 grados a todo el centro histórico de la capital.

Este espacio único nos propone comer, bailar o tomar un cóctel premium mientras disfrutamos de las puestas de sol. La terraza cuenta con dj’s residentes y ofrece un completo brunch que no deja a nadie indiferente.

Pero si tienes miedo a las alturas, la propuesta de ocio de Casa Suecia no termina aquí. En los subterráneos del hotel, la COCTELERÍA HEMINGWAY, a la que se accede de forma clandestina a través de los baños, cuenta con rincones especiales y privados que invitan a respirar el ambiente de un club de los años 50.

Está situada en el pleno centro de Madrid con dos estaciones de metro cercanas, la de Sevilla y Banco de España. Un enclave único en pleno corazón de la ciudad madrileña.

Para nosotros es, sin duda, uno de esos lugares mágicos de Madrid.

CASA SUECIA
Dirección: Marqués de Casa Riera, 4 (Banco de España)
Teléfono: 91 051 35 92
Horario: de lunes a domingos de 12 h a 1 mad.
Precio: Cócteles, 13 €. Brunch, 40 €

6 excelentes piscinas naturales

Chic@s, yo no sé vosotr@s pero lo que soy yo estoy que derrito de calor, y es que agosto está cumpliendo a la perfección con su condición de mes cálido y sofocante.

Así es que viendo que esto no remite me puesto manos a la obra para ponerme a refresco, eso sí, nada de piscinas que se saturan y no hay quien esté, me he buscado 6 piscinas naturales que son una auténtica pasada y que las quiero compartir con tod@s vosotr@s:

  1. Piscina natural en Navaluenga:

Perfecta para ir a pasar el día, la tienen muy bien acondicionada con cesped y duchas, el río Alberche se apresa a la altura de Navaluenga y es una gozada pegarse un baño. Además, está situado dentro del pueblo, por lo que puedes acercarte sin problema.

2. La Charca de la Nieta (Piedralaves):

Un lugar de lo más agradable en un entorno incomparable, Piedralaves es uno de esos pueblos que cada rincón te sorprende y del que te enamoras de su vida y actividad.

3. Garganta Eliza (Pedro Bernardo):

Todo un lujo de piscina natural situada en uno de los pueblos más bonitos del Valle del Tietar, Pedro Bernardo, llamado el Balcón del Tietar, un lugar para disfrutar del lugar y su entorno.

4. Piscina natural de Villarejo del Valle:

Situada en la garganta del Prado de Tablada, nada más pasar Villarejo en dirección San Esteban del Valle (AV-P-706), veremos a la derecha esta piscina natural de praderas de césped en pendiente, agua fresquita y chiringuito en la otra orilla, donde tomar unos botellines con tapas de la zona (patatas revolconas o migas) y comer a mesa puesta (siempre que hayamos reservado, cosa que os aconsejo hagáis si vais en fin de semana).

5. Piscina natural del Charco del Risquillo y del Charco Verde:

El pueblo de Guisando tiene junto al casco urbano la piscina natural Charco del Risquillo, con chiringuito incluido, pero si queremos una poza más asilvestrada debemos seguir un kilómetro arriba por la carretera del camping.Allí encontraremos de nuevo el río Pelayos represado y convertido en El Charco Verde.

6. Presa de la Pinara (La Adrada):
Situado en el pueblo de La Adrada en pleno Valle del Tietar, es un lugar estupendo para pasar un día refrescante en un paraje natural que sin duda os hará que repitáis.
Espero que os guste y que las disfrutéis.

VOC 1602

Noche de verano en Madrid, mucho calor y ninguna gana de sufrirlo en casa…pero ¿dónde voy?, pues la verdad es que oferta no falta en la metrópoli.

Pues nada, me vengo arriba y me lanzo en la búsqueda de algo original, distinto, atrayente y de repente encuentro un lugar llamado VOC 1602, un concepto que aúna gastronomía del mundo, coctelería clásica, destilados Premium y Champagne bar.

Su fachada es bastante original, cuenta con una terraza exterior que aun no siendo demasiado amplia, está bastante curiosa, pero sin lugar a dudas donde el local gana enteros en su interior, con una decoración moderna inspirada, como su nombre indica, en un bodegón al estilo de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales.

Con una llamativa estética vintage que mezcla el mobiliario industrial con aires orientales y toques polinesios, Voc 1602  cuenta con varios espacios diferenciados en los cuales puedes comer, tomar una copa o disfrutar de un rincón con decoración muy original. Presumen de no ser ni un bar, ni un restaurante, ni un gin-club. Y lo cierto es que es todas esas cosas juntas.

Se puede comer algo a cualquier hora del día. desde una sabrosa ensalada, una original hamburguesa o la mejor carne a la parrilla. La famosa hora del vermut lo tiene como templo los miércoles. Como les encanta el café, disponen de una carta deliciosa para pasar la tarde con la taza en la mano.

En mi opinión, lo mejor de éste sitio es su decoración y sus cocktels, para mi la comida no pasa de ser normal y como ya imaginareis los fines de semana se llena hasta la bandera lo que hace que se retrase bastante el servicio.

Aaahh, ya que estáis por la zona, si después de cenar os apetece algo más de marcha, pared con pared está Kerala Fusion, un local con atmósfera india, música en directo, conciertos de flamenco y sesiones de DJ hasta altas horas de la madrugada, todos los días de la semana.

  • Género: Bar de Copas-Restaurante
  • Dirección: Orense, 70
  • Teléfono: 91 504 70 94
  • Horarios: Todos los días de 15.30 h. a 2.30 mad
  • https://www.facebook.com/voc1602madrid/ 

Ginkgo Skybar

Vaya vaya, la propuesta que os traemos hoy, desde luego no os la podéis perder…

El otro día me comentaron que habían abierto un nuevo ático espectacular de estilo neoyorquino en Madrid en Plaza España, en el Hotel VP Plaza España Design, así es que nada, para allá que nos fuimos.

La primera sensación al ver el exterior es que es un edificio rompedor, de esos que o te gustan por lo novedoso de su arquitectura o lo pones a caer de un burro, yo me reservo mi opinión. El interior es todo un espectáculo, da aspecto de grandiosidad y de un diseño bastante sofisticado obra del Studio Gronda.

Eran las 20:30 h., subimos a la planta 12 en un ascensor con capacidad para 21 personas  y al salir de allí, sinceramente os tengo que decir que fue todo un espectáculo, un lugar, un espacio y unas vistas que te dejan embobado. nos encontramos con Ginkgo Skybar, un ático de 280 m2 al cual no le faltaba detalle. Se compone de dos espacios:

Una terraza interior con vistas panorámicas, dos barras de coctelería y su acogedor restaurante también con vistas. Posee un diseño retro, cosmopolita y chic, que ofrece una gastronomía mediterránea, japonesa y de fusión, sencillamente encantandora.

Los platos son todo un gustazo, desde la Ensalada vietnamita de mango, anacardos y langostinos, pasando por las Alcachofas fritas, sal de jamón y jugo untuoso de ibérico o los Huevos rotos rotos de atún al estilo “Lucio” con arroz del Delta del Ebro, sin olvidarnos de la suculenta Terrina de rabo de toro y foie con chips de verduras, platos originales, bien presentados y de calidad.

Una terraza exterior de alucine total, en la cual disfrutamos de un atardecer muy especial apreciando de una manera muy singular de las gratísimas vistas de la Plaza de España y el Palacio Real en una ubicación privilegiada.

En este área se encuentra la piscina, que tela con ella, desde allí se puede apreciar la caída libre que tiene hasta la cuarta plata y que, desde otros espacios del hotel se ve una espectacular obra de 36 metros diseñada por el estudio de diseño y arquitectura Cuarto Interior.

Y si por si esto fuera poco, cada miércoles por la noche Gingo Sky Bar se convierte en una sala de jazz y las cenas y copas son amenizadas por este sensitivo género musical. De 21:00 h a 00:00 h. podréis disfrutar de este planazo.

De jueves a domingo, a partir de las 00:00 h, el restaurante se transforma en discoteca para darle la bienvenida al fin de semana y a la buena fiesta.

Fidel Pagés Miravé

Hoy vamos a rescatar del olvido a un español del siglo XIX cuya contribución a la ciencia ha salvado millones de vidas, nos referimos a D. Fidel Pagés Miravé, el cual se suma a los más  Grandes Inventores Españoles de nuestra historia.

Nació en Huesca el 26 de enero de 1886 , hizo los estudios secundarios en Huesca, estudiando la carrera de medicina en la Universidad de Zaragoza, donde recibió su título en medicina y cirugía con honores (1908). El mismo año ingresó en el cuerpo médico del ejército, siendo enviado a Melilla con el rango de segundo oficial médico. Después de ser ascendido en 1911 a primer oficial médico, sirvió en Tarragona, Toledo, Madrid (donde obtuvo el doctorado), Ciudad Real, y de nuevo en Madrid.

En 1885, el neurólogo neoyorquino James Leonard Corning administró una dosis de 1,3 milímetros con un pequeño porcentaje de cocaína, el único anestésico local de fácil acceso entonces, bajo las vertebras dorsales de un perro. Fue la primera vez que se insensibilizó la zona espinal en un animal.

Casi cuarenta años después, el cirujano y militar Fidel Pagés Miravé, conceptualizó y desarrolló la anestesia epidural, un medicamento que bloquea las terminaciones nerviosas de la médula espinal.

La epidural consiguió adormecer de forma segura la zona inferior del cuerpo, lo que permitió disminuir el dolor durante las cirugías y las contracciones de los partos. Un siglo después, el fármaco sigue siendo esencial en los hospitales.

Los beneficios de la solución de Pagés son de sobra conocidos en todo el mundo. No así su descubridor, quien, como tantos otros, fue olvidado por el mundo científico. Los pormenores de su gran descubrimiento fueron publicados en 1921 en «Revista Española de Cirugía», publicación que él mismo fundó y que sirvió de base para posteriores investigaciones médicas. Sin embargo, sus artículos no fueron traducidos, por lo que apenas consiguieron salir de España.

Desde 1920 fue asignado al Hospital Militar de Urgencia de Madrid, aunque también estuvo destinado brevemente en Melilla en 1921 como consecuencia del desastre de Annual. En 1922 fue ascendido a Comandante Médico.

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El 21 de septiembre de 1923 murió en un accidente de tráfico mientras volvía a Madrid desde sus vacaciones en Cestona (Guipúzcoa), a la altura de Quintanapalla (Burgos), en la llamada cuesta de la Brújula.

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Los restos son trasladados a Madrid el día 23 por ferrocarril hasta la estación del Norte, desde allí son trasladados entre una gran multitud hasta el Cementerio de San Lorenzo donde es enterrado. La muerte de Pagés deja inacabada su obra científica y por desarrollar una prometedora carrera de cirujano.

Su trabajo pronto fue olvidado, entre otras razones por no ser traducido, de modo que cuando en 1931 el cirujano italiano Dogliotti presentó la anestesia epidural, la cual había descubierto independientemente, recibió el crédito de su descubrimiento. Solamente con el paso del tiempo, una revista científica argentina reivindicó la autoría del médico español, que fue entonces reconocida por Dogliotti.

Posteriormente, ya desde 1932 numerosos científicos recordaron que el verdadero descubridor de la anestesia epidural fue Fidel Pagés, suponiendo el reconocimiento final por toda la comunidad científica internacional.

En 1936 la viuda de Pagés, Berta Bergenman, contrajo segundas nupcias con un inspector de policía llamado Corrales Guerrero. Al inicio de la Guerra Civil detuvieron a toda la familia, fusilando al inspector Corrales en los primeros día de agosto. Doña Berta temiendo por la vida de sus hijos, encarcelados con ella en la “Checa” en que se convirtió el cine Europa, consiguió hablar con el Comisario Político responsable de su seguridad. Al explicarle que los hijos que ella tenía no eran de su actual matrimonio sino de su anterior marido el doctor Pagés, el Comisario Político ordenó la inmediata puesta en libertad de toda la familia. Pagés había sido el cirujano que le curó las graves heridas que sufriera en la Guerra de Africa de 1921.

En memoria de Pagés, la Sociedad Española de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor (SEDAR) concede cada dos años el premio que lleva su nombre desde 1957.

Además, el Ministerio de Defensa español creó en junio de 2007 el Premio a la Investigación en Sanidad Militar Fidel Pagés Miravé.

Una última curiosidad, en el número 13 de la calle Infantas de Madrid encontramos desde el 20 de octubre de 2015 una placa del Ayuntamiento de Madrid que nos recuerda que en esa casa vivió el cirujano Fidel Pagés Miravé.

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Alfonso XII

Hoy os damos a conocer un nuevo monarca que pasa a engrosar nuestro monográfico dedicado a los Reyes de España, en esta ocasión os vamos a hablar del rey Alfonso XII.

Alfonso XII (el Pacificador) nació el 28 de noviembre de 1857 en Madrid. Hijo de la reina Isabel II y de su esposo, Francisco de Asís…aunque esto último debe ponerse entre interrogantes, debido a que, según cuenta la historia, Francisco de Asís padecía la enfermedad de hipospadía, lo que le impedía en gran manera mantener relaciones sexuales. Además se dice que mantuvo una relación con el aristócrata Antonio Ramos de Meneses que se alargó durante décadas.

Descartado Francisco de Asís como padre, quien en 1857 ya había aprendido a aceptar su papel de absoluto títere en la Corte, las fechas y los rumores del periodo apuntan a que el padre habría sido el capitán Enrique Puigmoltó, un militar valenciano hijo del conde de Torrefiel. 

Su romance con la Reina, que duró cerca de tres años, valió al militar toda clase de condecoraciones y prebendas. Forzado a alejarse de la Corte –donde todos le suponían padre de Alfonso XII, quien fue conocido con el sobrenombre de «Puigmoltejo»– el favorito de la Reina se refugió en su nativa Valencia, comenzando allí una meteórica carrera política que le llevó de diputado a brigadier. Nueve años antes de morir en 1900, recibió la Cruz de San Hermenegildo por los servicios prestados a la Corona.

En 1868, tras la Revolución de la Gloriosa Alfonso de Borbón tuvo que partir junto con su familia al exilio a Francia. Allí continuó su formación tutelada por personas como el Duque de Sesto, Antonio Canovas del Castillo y otras personas de su entorno cercano que tenían la convicción de que algún día sería rey de España.

El 25 de junio de 1870, su madre abdicó, en él, todos los derechos a la Corona de España. Desde que fue destronada Isabel II, Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), al frente del Partido Alfonsino, y secundado por el general Arsenio Martínez de Campos (1831-1900), no cesó de trabajar para conseguir la restauración de la dinastía de los Borbones en España, en la persona del príncipe don Alfonso; ese trabajo dio por resultado que, al finalizar la I República, el Partido Alfonsino fuera muy numeroso, teniendo muchos partidarios en la política y en el ejército, así como muchas simpatías entre la población.

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A principios de 1874, después del golpe de Estado del General Pavía, se nombra al General Serrano (duque de la Torre) presidente del poder ejecutivo; el cual suspendió las garantías constitucionales, consiguió que los países de Europa reconocieran a este nuevo Gobierno e impuso el orden.

A partir de este momento se intensifican las gestiones por parte del partido Alfonsino para conducir al príncipe Alfonso en nuevo rey de España, lo cual ocurre con el pronunciamiento del General Martínez Campos en Sagunto, el 28 de diciembre de 1874, día en el que se proclama rey a Alfonso XII.

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El Gobierno anterior fue disuelto y el general Serrano se fue a Francia.

Nada más ser nombrado rey de España, Alfonso XII tuvo que hacer frente a la Guerra Carlista, la cual logró que finalizase en febrero de 1876.

Una vez finalizado el conflicto Alfonso XII volvió a Madrid el 20 de marzo siguiente; y, el 30 de junio, firmó la nueva Constitución de 1876, que sustituyó a la de 1869.

Por orden del rey, el general Martínez de Campos marchó a la guerra de Cuba, la cual terminó en la Paz de Zanjón; convenio negociado sobre las bases convenidas por el general Martínez de Campos con el Gobierno de España, y que se firmó el 10 de febrero de 1878 en el Campamento de San Agustín, de Puerto Rico. Por este Convenio, se concedió, a la isla de Cuba, las mismas condiciones políticas y administrativas que a la isla de Puerto Rico: olvido de los delitos políticos cometidos desde 1868, libertad para los esclavos, etc.

El 23 de enero de 1878, se casó con su prima hermana María de las Mercedes de Orleáns y Borbón (1860-1878), hija del infante Antonio de Orleáns y de María Luisa de Borbón (hermana de la reina Isabel II), la cual murió el 26 de junio de 1878; su muerte causó una gran pena, no sólo al rey, sino también al pueblo, que todavía la recuerda en romances populares.

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El 29 noviembre de 1879, el rey se casó, en segundas nupcias, con María Cristina Deseada Enriqueta Felicidad Ramera (archiduquesa de Austria-Este-Módena), nacida en 1858, hija del archiduque Carlos Fernando de Austria y de Isabel, archiduquesa de Austria-Este-Módena.

“Lástima que, gustándome más la madre, tenga que casarme con la hija”. La infanta doña Eulalia, hermana de Alfonso XII, contaba que el rey le había escrito esa confidencia desde Francia, cuando fue a conocer a la que iba a ser su esposa, María Cristina de Habsburgo, a la que encontró menos atractiva que su futura suegra.

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Pero la razón de Estado era la única que regía las bodas reales hasta hace poquísimo tiempo. La primera obligación dinástica de un rey era asegurar la descendencia apropiada, es decir, dentro de la estirpe regia. El segundo motivo de un matrimonio real era establecer pactos entre distintas coronas, asegurarse aliadas o limar diferencias con las enemigas.

De este matrimonio nacieron: María de las Mercedes (11 de septiembre de 1880 – 17 de octubre de 1904), María Teresa (12 de noviembre de 1882 – 23 de septiembre de 1912) y Alfonso XIII, hijo póstumo.

Se dice que la reina regente siguió a rajatabla el último consejo de su esposo que, en el lecho de muerte, no pudo aguantarse las ganas de escandalizar sus castos oídos y le dijo: “Cristina, guarda el coño y ya sabes: de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas”, y bien que lo hizo porque los 17 años que duró el periodo de regencia se convirtieron en el periodo más tranquilo internamente del terrible siglo XIX español.

Además, tuvo, con la cantante de ópera Elena Sanz, dos hijos bastardos nacidos en París: Alfonso Sanz (en 1880) y Fernando Sanz (en 1881).

El reinado de Alfonso XII consistió principalmente en consolidar la monarquía y la estabilidad institucional, reparando los daños que las luchas internas de los años del llamado Sexenio Revolucionario habían dejado tras de sí, ganándose el apodo de «el Pacificador».

En 1885 se desató una epidemia de cólera en Valencia que se fue extendiendo hacia el interior del país. Cuando la enfermedad llegó a Aranjuez, el monarca expresó su deseo de visitar a los afectados, a lo que el Gobierno de Cánovas del Castillo se negó por el peligro que ello entrañaba. El rey partió entonces sin previo aviso hacia la ciudad y ordenó que se abriera el Palacio Real para alojar a las tropas de la guarnición. Una vez allí, consoló a los enfermos y les repartió ayudas.

Cuando el Gobierno conoció el viaje del soberano, envió al ministro de Gracia y Justicia, al capitán general y al gobernador civil para que le llevasen de vuelta a Madrid. Cuando llegó, el pueblo, enterado del gesto del rey, le recibió con vítores y, retirando a los caballos, condujo al carruaje hasta el Palacio Real.

Poco tiempo después, el 25 de noviembre, Alfonso XII murió de tuberculosis​ en el Palacio Real de El Pardo de Madrid.

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Federico Cantero Villamil

Hoy vamos a rescatar del olvido a otra gran inventor español de principios del siglo XX, D. Federico Cantero Villamil, el cual se suma a los más  Grandes Inventores Españoles de nuestra historia.

Federico nace en Madrid en 1874, hijo de un ingeniero industrial que había sido contratado para dirigir la línea de ferrocarril de Medina del Campo a Zamora. Con 22 años (1896) Federico terminó sus estudios en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid con el número uno de la promoción. A continuación, se trasladó a Zamora donde  durante unos años se ocupó de la explotación del río Duero, aguas debajo de Zamora.

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Fue responsable de la dirección facultativa del salto de San Román, de la dirección de la línea de ferrocarril Medina del Campo a Zamora (1905-1918), de la realización del proyecto de la línea ferroviaria de Zamora a Orense, de la dirección técnica de dos talleres mecánicos, de una fábrica de hielo y de la dirección de los laboratorios químicos Menvior.

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Sus escasos tiempos libres los dedicaba a la aeronáutica. Durante una visita a la Exposición universal de París de 1900 adquirió un taller con maquinaria de precisión que instala en Zamora y se esfuerza en el diseño de hélices o “alas giratorias” con las que dotar a un aparato que denomina como “carro volador”. Federico pretendía construir un aparato volador en el que las alas fueran sustituidas por hélices horizontales. Justo en esos años, el ruso Sikorsky investigaba en la misma dirección, aunque tuvo la suerte de emigrar a Estados Unidos, donde recibió el apoyo que le faltó a Federico.

En 1922 y tras fijar su residencia en Madrid construye el prototipo denominado “Libélula Viblandi”, nombre derivado de Villamil y sus colaboradores Blanco y Diaz. Sin embargo, en 1936, el estallido de la guerra civil hizo que se interrumpieran los trabajos y ensayos, no existiendo pruebas de que el prototipo llegara a volar.

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Fue un inventor de un gran número de patentes. En el archivo histórico de la OEPM ha sido posible identificar 33 documentos de  patente en las que figura como inventor, desde 1910 a 1945.

La primera patente, de  fecha de solicitud 13/06/1910, tiene como título “un procedimiento e idea para producir la sustentación de cuerpos y aparatos en el aire y si se quiere a la vez la propulsión. Ambas cosas a un tiempo o separadamente. Por medio de ruedas especiales de una o unas paletas articuladas móviles inclinadoras gradualmente siguiendo la variación y forma que se explica”. Indudablemente las normas de la época en relación con los títulos de las patentes diferían considerablemente de las actuales.

Pese a todo, al terminar la guerra española Cantero Villamil quiso continuar con su Libélula, trasladándola a Cuatro Vientos.

Durante los años siguientes continuó modificando el prototipo e introduciendo las mejoras resultantes de sus estudios. Pero entonces se encontró con otro gran obstáculo: la postguerra. “Tenía la dificultad de los materiales, porque recién acabada la guerra no había capacidad para importar”, dice Cantero Núñez. 

Aún así no abandonó la investigación sobre los helicópteros, según se aprecia en el siguiente documento.

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La carestía de la España arrasada, el éxito de Sikorsky y la propia edad avanzada de Cantero Villamil terminaron por asfixiar el proyecto, hasta que en 1946 la tuberculosis se llevó la vida del ingeniero.

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Isidoro Cabanyes

Hoy os presentamos dentro de nuestro monográfico de Grandes Inventores Españoles a Isidoro Cabanyes, inventor polifacético denominado como el “Julio Verne Español”, cuya historia seguro os va a sorprender un montón.

Nace en El Garraf en 1843. Siguiendo el ejemplo de sus hermanos, con tan solo 14 años ingresó en el Colegio de Artillería de Segovia, siendo su primer destino como bisoño teniente de artillería, Madrid. En concreto se le moviliza en 1866 para intervenir y sofocar la sublevación del cuartel de San Gil contra Isabel II. En 1869 es ascendido a capitán.

Pocos años después solicita pasar a la Reserva por desavenencias de tipo político, pero en 1873 solicita su reingreso. Acto seguido participa en el sitio de Cartagena, por cuyos méritos es ascendido a comandante, y en las importantes operaciones de la campaña del Norte, batalla de San Pedro Abanto y el levantamiento del Sitio de Bilbao. Ambas acciones enmarcadas dentro de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), y por las que fue condecorado.

Durante su carrera militar, Cabanyes solicitó múltiples permisos que le otorgaron el tiempo necesario para crear sus invenciones y viajar por Europa con el fin de conocer los adelantos tecnológicos que se iban desarrollando. Con una capacidad prodigiosa para alumbrar nuevas propuestas.

Cabanyes presentó en Francia su primera patente en 1873. Esta consistía en un regulador de aire comprimido que se utilizaría como fuerza motriz. A raíz de esta idea en 1877 diseñó un tranvía propulsado por esta energía. El tranvía iba provisto de energía eléctrica almacenada en seis baterías electroquímicas de zinc-carbono, inventadas en 1841 por el químico alemán Robert Bunsen (1811-1899), lo que permitía producir la chispa de ignición del gas, las luces del vehículo o la señal de parada (al pulsar unos botones situados sobre los asientos de los viajeros).

A partir de 1880 Cabanyes dedicó su ingenio en producir novedades dentro de la iluminación. Así nacería el Fotógeno, un sistema gasístico de iluminación y calefacción que permitiría ahorrar hasta un 60% en los costes del alumbrado. Pero a pesar de su buena disposición, el Fotógeno no obtuvo el reconocimiento que se merecía debido a su tardío nacimiento. Y es que en aquellos años ya había comenzado la expansión del tendido eléctrico.

En 1881 patenta una lámpara eléctrica, que utilizando la tecnología del arco voltaico y de las bombillas incandescentes, según se dice se podía comparar con la del propio Edison. 

En 1882, Cabanyes dirigió el montaje del alumbrado eléctrico (sustituyendo al gas) para el Ministerio de la Guerra (sito en el Palacio de Buenavista de la Plaza de Cibeles) a través de una contrata con la barcelonesa Sociedad Española de Electricidad, cuyo representante en Madrid era el propio Cabanyes, quien aprovechó la infraestructura para asimismo proveer de luz  al Café de Madrid (en la calle de Alcalá) y a una fábrica de harinas (en el barrio de Embajadores). A finales de año, Cabanyes se convirtió en accionista fundador y director técnico de la Sociedad Matritense de Electricidad (SME). Pocos años después logra instalar por primera vez la luz eléctrica en el Palacio Real de Madrid.

Junto a su socio en esta aventura Miguel Bonet, y coincidiendo en el tiempo con el de Isaac Peral, fue capaz de idear una sorprendente máquina de guerra submarina, que como en el caso de Juan de la Cierva con el Autogiro años después, son probablemente la cima y la mayor aportación de la capacidad inventiva de nuestro país en el siglo XX.

Así, en 1885, Cabanyes diseñó un prototipo de Torpedero Submarino en colaboración con el capitán Miguel Bonet Barberá (1845-1907). Ambos se inspiraron en el submarino francés “Gymnote”, construido (entre 1884 y 1888) por los ingenieros navales Henri Dupuy de Lôme (1816-1885) y Gustave Zédé (1825-1891). Con una eslora de 15 metros y casi 2,5 de manga, la nave de los españoles estaba concebida para desplazar poco más de 40 toneladas y sumergirse a una profundidad entre 4 y 50 metros. El casco era enteramente metálico, formado por planchas de 7,6 mm de grosor.

El proyecto del torpedero sumergible de CabanyesImagen relacionada

Disponía de un “timonel eléctrico” para regular automáticamente la horizontalidad, un “anteojo explorador” (periscopio) y tres tubos lanzatorpedos a proa (no recargables). La propulsión de la nave empleaba un motor eléctrico Brown-Oerlikon de 60 CV abastecido por 120 acumuladores.

En 1889, Cabanyes publicó un proyecto de aeroplano experimental. Consistía en una cometa pilotada de unos 200 kilos de peso que requería una potencia de 60 CV para alzar el vuelo y alcanzar (siempre en condiciones atmosféricas buenas) una velocidad horizontal de 36 km/h y una de ascenso de 12 km/h. El aparato no disponía de motor, por lo que debía ser lanzado desde una altura adecuada y con una determinada velocidad del viento. Asimismo, el aeroplano disponía de grandes hélices, timón, un sistema de persianas para cerrar o abrir el paso al aire y diverso instrumental de navegación (cronómetro, brújula, barómetro y termómetro).

En 1896 la reformara por entero, introduciendo una barquilla para tres tripulantes, hélices propulsadas por pequeños “turbo-motores” cuyo combustible eran los gases producidos por cartuchos de pólvora sin humo, una vagoneta como rampa de lanzamiento, dos timones (uno a proa para el eje horizontal y otro a popa para el vertical), una estructura de seda japonesa y en forma de casquete esférico que se desplegaba a modo de paracaídas a fin de propiciar el aterrizaje y, por último, un amortiguador instalado bajo la barquilla para evitar percances durante la toma de tierra.

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Se suceden varios destinos en distintas guarniciones y en 1894 es nombrado Jefe de Estudios de la Academia de Artillería de Segovia. En 1896 es ascendido a coronel.

La capacidad de trabajo, el torrente creativo y una curiosidad desbordante le permitieron crear un amplio abanico de ingenios, que como suele ocurrir en estos casos, se adelantaron a su tiempo.

Hablamos de verdaderos complejos de ingeniería en los que el nivel y conocimientos de carácter matemático y físico, los cálculos de estructuras y las soluciones mecánicas demuestran que hablamos de un verdadero genio. Cabanyes puede ser considerado un precursor de las energías alternativas.

En 1890, publicó el diseño del “Reflector Cabanyes” para aprovechar el calor solar en la producción del vapor con el que poner en marcha una bomba de extracción de agua con destino a regar cultivos. El aparato consistía en un generador de vapor en forma de serpentín de hierro que recibía el agua mediante bombeo manual y estaba rodeado por 32 espejos metálicos (planchas de hojalata) montados sobre un armazón giratorio. Los espejos recogían el calor solar y lo proyectaban sobre el serpentín, calentando el agua de su interior y produciéndose consecuentemente el vapor. Éste era conducido por una tubería hasta un pulsómetro (patentado en EE.UU. en 1872), una bomba sin pistones encargada de elevar el agua de un pozo para su empleo agrícola. Según cálculos del propio Cabanyes, su reflector era capaz de extraer diariamente (en los meses de julio y agosto) durante siete horas hasta 3.000 litros de agua desde diez metros de profundidad.

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Años después, en 1902, Cabanyes retomó el interés hacia la energía solar, aunque con un procedimiento completamente distinto, recogido en una patente española (nº 30332) a favor de un “aparato motor solar”. El invento consistía en un tubo vertical (entre 20 y 36 metros de altura, 3 y 30 de diámetro), parecido a una chimenea, hecho en palastro y con un mecanismo motor (semejante al de los molinos) en su interior. En la base del tubo se encontraba soldada una estructura troncocónica del mismo material, pintada de negro y agujereada con el propósito de producir corrientes de aire caliente y conducirlas al interior del tubo vertical para así generar el movimiento del mecanismo que albergaba. En total, la potencia desarrollada podía llegar a los 10 CV.

La torre Eólica de Cabanyes.

En 2013 ingenieros británicos de la Universidad de Londres, a petición del ALMA, el mayor observatorio astronómico del mundo localizado en el desierto de Atacama (Chile), retomaron el proyecto de Cabanyes con el objetivo de obtener energía limpia en una de las zonas más áridas del planeta, donde la arena es muy fina y las placas fotovoltaicas se obstruyen o generan problemas fácilmente.

Para ello, y combinando la tecnología solar, eólica y geotérmica, estructuraron una torre inflable de un kilómetro de altura, 170 metros más alta que el mayor edificio del mundo, capaz de producir energía tanto de día como de noche y sin la necesidad de agua. 

Por último, es de destacar que Cabanyes fue un matemático de consideración, responsable (entre 1870 y 1908) de diversos trabajos sobre geometría y álgebra.

Falleció en San Lorenzo de El Escorial en 1915 a los 72 años de edad  a causa de una insuficiencia cardiaca.

 

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