Carlos I de España (II)

Pues seguimos adelante con la interesante vida y regencia del Emperador Carlos I de España y V de Alemania.

El flamenco era su lengua natal, el francés la lengua de la corte, el castellano su lengua materna, aprendió el italiano y algo de latín. Pero por encima de todo, a pesar de las guerras, Carlos buscaba la unificación y la paz. Él decía «se debe hablar a Dios en castellano; a los hombres, en francés; a las mujeres, en italiano, y a los caballos en alemán«.

Su secretario narra en sus memorias que se maravilló de ver comer al emperador, sucesivamente grandes tajadas de buey cocido, de cordero asado, de liebre guisada al horno, de capones, etc. Todo ello bien rociado, como le placía, hasta vaciar cinco veces la copa, lo que se calcula que llegaría a no menos de un litro de vino del Rin por vez.

Carlos I acordó el matrimonio con Isabel de Portugal, hermana del rey Juan III, el cual en dote la entregó nada menos que novecientos mil doblas castellanas de oro de a trescientos sesenta y cinco maravedíes cada una. El Emperador, por su parte, según las capitulaciones firmadas el 23 de octubre de 1525, fecha del desposorio, daba a doña Isabel en arras la cantidad de trescientos mil doblas, para lo cual había hipotecado las ciudades de Úbeda, Baeza y Andujar.

El 21 de mayo de 1527 la emperatriz Isabel da a luz al que había de ser el futuro rey Felipe II.

El día 5 de junio fue bautizado Felipe en la vecina iglesia de San Pablo. La tradición dice que fue sacado de palacio por la ventana que hace ángulo con la plaza, pero no hay constancia fehaciente del hecho.

El 12 de junio Isabel fue a la iglesia, a la misa de parida, y durante varios días hubo festejos populares en los que los nobles y el propio emperador participaron alanceando toros.

Carlos se define a sí mismo en una de sus cartas detallistas, extensas, minuciosas, que dirige a su hijo Felipe: «Ser un hombre no consiste en creer que lo somos y desearlo, ni en ser grande de cuerpo, sino tan sólo en tener gran discernimiento y juicio para cumplir con los trabajos propios de un ser bueno, inteligente y honrado».

El 1 de mayo de 1539 moría Isabel. Tenía treinta y seis años de edad y llevaba trece de feliz matrimonio. Carlos I aquel día estaba en Madrid y aunque se apresuró a salir hacia Toledo, no tuvo tiempo de ver a su esposa con vida. Se desesperó de tal forma y lloraba con tanto sentimiento que los cortesanos temieron por su vida y por su razón. Se retiró al monasterio de la Sisla, cerca de la ciudad imperial, y no quiso salir de allí. Se pasaba el día llorando y rezando.

Creemos que un Emperador merece que contemos una 3ª parte sobre su vida…asi es que así lo haremos…

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