Hoy os presentamos dentro de nuestro monográfico de Grandes Inventores Españoles a Isidoro Cabanyes, inventor polifacético denominado como el «Julio Verne Español», cuya historia seguro os va a sorprender un montón.
Nace en El Garraf en 1843. Siguiendo el ejemplo de sus hermanos, con tan solo 14 años ingresó en el Colegio de Artillería de Segovia, siendo su primer destino como bisoño teniente de artillería, Madrid. En concreto se le moviliza en 1866 para intervenir y sofocar la sublevación del cuartel de San Gil contra Isabel II. En 1869 es ascendido a capitán.
Pocos años después solicita pasar a la Reserva por desavenencias de tipo político, pero en 1873 solicita su reingreso. Acto seguido participa en el sitio de Cartagena, por cuyos méritos es ascendido a comandante, y en las importantes operaciones de la campaña del Norte, batalla de San Pedro Abanto y el levantamiento del Sitio de Bilbao. Ambas acciones enmarcadas dentro de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), y por las que fue condecorado.
Durante su carrera militar, Cabanyes solicitó múltiples permisos que le otorgaron el tiempo necesario para crear sus invenciones y viajar por Europa con el fin de conocer los adelantos tecnológicos que se iban desarrollando. Con una capacidad prodigiosa para alumbrar nuevas propuestas.
Cabanyes presentó en Francia su primera patente en 1873. Esta consistía en un regulador de aire comprimido que se utilizaría como fuerza motriz. A raíz de esta idea en 1877 diseñó un tranvía propulsado por esta energía. El tranvía iba provisto de energía eléctrica almacenada en seis baterías electroquímicas de zinc-carbono, inventadas en 1841 por el químico alemán Robert Bunsen (1811-1899), lo que permitía producir la chispa de ignición del gas, las luces del vehículo o la señal de parada (al pulsar unos botones situados sobre los asientos de los viajeros).
A partir de 1880 Cabanyes dedicó su ingenio en producir novedades dentro de la iluminación. Así nacería el Fotógeno, un sistema gasístico de iluminación y calefacción que permitiría ahorrar hasta un 60% en los costes del alumbrado. Pero a pesar de su buena disposición, el Fotógeno no obtuvo el reconocimiento que se merecía debido a su tardío nacimiento. Y es que en aquellos años ya había comenzado la expansión del tendido eléctrico.
En 1881 patenta una lámpara eléctrica, que utilizando la tecnología del arco voltaico y de las bombillas incandescentes, según se dice se podía comparar con la del propio Edison.
En 1882, Cabanyes dirigió el montaje del alumbrado eléctrico (sustituyendo al gas) para el Ministerio de la Guerra (sito en el Palacio de Buenavista de la Plaza de Cibeles) a través de una contrata con la barcelonesa Sociedad Española de Electricidad, cuyo representante en Madrid era el propio Cabanyes, quien aprovechó la infraestructura para asimismo proveer de luz al Café de Madrid (en la calle de Alcalá) y a una fábrica de harinas (en el barrio de Embajadores). A finales de año, Cabanyes se convirtió en accionista fundador y director técnico de la Sociedad Matritense de Electricidad (SME). Pocos años después logra instalar por primera vez la luz eléctrica en el Palacio Real de Madrid.
Junto a su socio en esta aventura Miguel Bonet, y coincidiendo en el tiempo con el de Isaac Peral, fue capaz de idear una sorprendente máquina de guerra submarina, que como en el caso de Juan de la Cierva con el Autogiro años después, son probablemente la cima y la mayor aportación de la capacidad inventiva de nuestro país en el siglo XX.
Así, en 1885, Cabanyes diseñó un prototipo de Torpedero Submarino en colaboración con el capitán Miguel Bonet Barberá (1845-1907). Ambos se inspiraron en el submarino francés “Gymnote”, construido (entre 1884 y 1888) por los ingenieros navales Henri Dupuy de Lôme (1816-1885) y Gustave Zédé (1825-1891). Con una eslora de 15 metros y casi 2,5 de manga, la nave de los españoles estaba concebida para desplazar poco más de 40 toneladas y sumergirse a una profundidad entre 4 y 50 metros. El casco era enteramente metálico, formado por planchas de 7,6 mm de grosor.
El proyecto del torpedero sumergible de Cabanyes
Disponía de un “timonel eléctrico” para regular automáticamente la horizontalidad, un “anteojo explorador” (periscopio) y tres tubos lanzatorpedos a proa (no recargables). La propulsión de la nave empleaba un motor eléctrico Brown-Oerlikon de 60 CV abastecido por 120 acumuladores.
En 1889, Cabanyes publicó un proyecto de aeroplano experimental. Consistía en una cometa pilotada de unos 200 kilos de peso que requería una potencia de 60 CV para alzar el vuelo y alcanzar (siempre en condiciones atmosféricas buenas) una velocidad horizontal de 36 km/h y una de ascenso de 12 km/h. El aparato no disponía de motor, por lo que debía ser lanzado desde una altura adecuada y con una determinada velocidad del viento. Asimismo, el aeroplano disponía de grandes hélices, timón, un sistema de persianas para cerrar o abrir el paso al aire y diverso instrumental de navegación (cronómetro, brújula, barómetro y termómetro).
En 1896 la reformara por entero, introduciendo una barquilla para tres tripulantes, hélices propulsadas por pequeños “turbo-motores” cuyo combustible eran los gases producidos por cartuchos de pólvora sin humo, una vagoneta como rampa de lanzamiento, dos timones (uno a proa para el eje horizontal y otro a popa para el vertical), una estructura de seda japonesa y en forma de casquete esférico que se desplegaba a modo de paracaídas a fin de propiciar el aterrizaje y, por último, un amortiguador instalado bajo la barquilla para evitar percances durante la toma de tierra.
Se suceden varios destinos en distintas guarniciones y en 1894 es nombrado Jefe de Estudios de la Academia de Artillería de Segovia. En 1896 es ascendido a coronel.
La capacidad de trabajo, el torrente creativo y una curiosidad desbordante le permitieron crear un amplio abanico de ingenios, que como suele ocurrir en estos casos, se adelantaron a su tiempo.
Hablamos de verdaderos complejos de ingeniería en los que el nivel y conocimientos de carácter matemático y físico, los cálculos de estructuras y las soluciones mecánicas demuestran que hablamos de un verdadero genio. Cabanyes puede ser considerado un precursor de las energías alternativas.
En 1890, publicó el diseño del “Reflector Cabanyes” para aprovechar el calor solar en la producción del vapor con el que poner en marcha una bomba de extracción de agua con destino a regar cultivos. El aparato consistía en un generador de vapor en forma de serpentín de hierro que recibía el agua mediante bombeo manual y estaba rodeado por 32 espejos metálicos (planchas de hojalata) montados sobre un armazón giratorio. Los espejos recogían el calor solar y lo proyectaban sobre el serpentín, calentando el agua de su interior y produciéndose consecuentemente el vapor. Éste era conducido por una tubería hasta un pulsómetro (patentado en EE.UU. en 1872), una bomba sin pistones encargada de elevar el agua de un pozo para su empleo agrícola. Según cálculos del propio Cabanyes, su reflector era capaz de extraer diariamente (en los meses de julio y agosto) durante siete horas hasta 3.000 litros de agua desde diez metros de profundidad.
Años después, en 1902, Cabanyes retomó el interés hacia la energía solar, aunque con un procedimiento completamente distinto, recogido en una patente española (nº 30332) a favor de un “aparato motor solar”. El invento consistía en un tubo vertical (entre 20 y 36 metros de altura, 3 y 30 de diámetro), parecido a una chimenea, hecho en palastro y con un mecanismo motor (semejante al de los molinos) en su interior. En la base del tubo se encontraba soldada una estructura troncocónica del mismo material, pintada de negro y agujereada con el propósito de producir corrientes de aire caliente y conducirlas al interior del tubo vertical para así generar el movimiento del mecanismo que albergaba. En total, la potencia desarrollada podía llegar a los 10 CV.
La torre Eólica de Cabanyes.
En 2013 ingenieros británicos de la Universidad de Londres, a petición del ALMA, el mayor observatorio astronómico del mundo localizado en el desierto de Atacama (Chile), retomaron el proyecto de Cabanyes con el objetivo de obtener energía limpia en una de las zonas más áridas del planeta, donde la arena es muy fina y las placas fotovoltaicas se obstruyen o generan problemas fácilmente.
Para ello, y combinando la tecnología solar, eólica y geotérmica, estructuraron una torre inflable de un kilómetro de altura, 170 metros más alta que el mayor edificio del mundo, capaz de producir energía tanto de día como de noche y sin la necesidad de agua.
Por último, es de destacar que Cabanyes fue un matemático de consideración, responsable (entre 1870 y 1908) de diversos trabajos sobre geometría y álgebra.
Falleció en San Lorenzo de El Escorial en 1915 a los 72 años de edad a causa de una insuficiencia cardiaca.
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